domingo, 2 de septiembre de 2012

La última víctima


Por: Camila González Plata
Sentados en la plaza central, sobre unas bancas de madera frente a la iglesia, discutían el juez y el notario sobre su siguiente víctima. Ambos, habían visto en los periódicos los estragos que estaba causando “la peste” en los pueblos vecinos, por lo que decidieron disecar pequeñas bolitas de carne envenenadas, y durante las dos últimas semanas, habían matado a más de treinta y siete sin que nadie se enterara de quién había sido.

La siguiente víctima pasó frente a ellos: su nombre era Lola, tenía pelo negro, ojos saltones, falda de colores y un collar rojo. Caminaba junto a la maestra del pueblo, con un paso saltarín como si flotara. La maestra los saludó y habló de su preocupación por  la peste, las muertes y  Lola; ambos la intentaban calmar mientras que Lola se escondía tras ella.

Esa noche, mientras que todos dormían, el juez tocó, con las bolitas de carne en el carriel, quedamente a la puerta de la maestra. Lola se asomó por el orillo de la puerta, el juez le tiró una bolita de carne, y ese día en Giraldo ya nadie más se preocupó  ni por muertes, ni por peste. El último perro había muerto.

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