jueves, 20 de septiembre de 2012

Escribir bebiendo

Por: Camila González Plata
He estado pensando durante largo tiempo en qué es lo que motiva a alguien a escribir, a beber y a escribir mientras bebe; no es que este pensamiento me haya venido de un acontecimiento interesante ni nada de eso, es simplemente que, una vez mirada la blancuzca pared durante algo más que una hora, se pueden descubrir las rarezas de los pensamientos ocultos en la mente. Yo encontré, entre el famoso y muy mencionado "viaje hacia el recuerdo" la causa del porqué hago éstas tres cosas.

He pasado parte de mi vida escribiendo, otra bebiendo y una última pensando en por qué lo hago. Alguna vez decidí dejar de hacer estas dos cosas, lo recuerdo muy bien, tenía poco menos de quince y estaba entrando en la etapa de la bebida, pero no entré en ella junto con la escritura, sino que tuve, durante ese lapso, una vida bohemia; fui artista por un corto período, una artista que bebía mientras analizaba en la paleta de colores las posibles combinaciones para unas hojas y unos ríos, o para unos ojos y unos labios.

La parte más deprimente, porque no vi algo extraordinario en ser artista, fue no poder tomar el pincel correctamente después de unas tres o cuatro copas; todo empezaba a deshacerse frente a mis ojos, comenzaba a perder color y a transformarse en una figura monstruosa que se enfrentaba a mí, que prácticamente me maldecía por estarla creando. Tuve que estar parcialmente drogada durante ese período para no haber notado semejante perfección en los movimientos leves de mi muñeca. Me asusté, lo digo francamente porque era yo quien pintaba todos mis pensamientos tan abiertamente que casi vomité. Eché algunos cuadros al fuego, porque hasta la propia basura podría enterarse de lo que allí decía, otros simplemente los llevo conmigo a todas partes, en una caja, tapados con telas de diferentes sábanas para que no se combinen entre ellos, ni mucho menos, puedan encontrarse.

Y, llego la calma (lo sé, estoy loca); jamás volví a pintar, no volví a interactuar con aquello que creía me pertenecía, en cambio, recurrí de nuevo a la escritura, a confundir lo que no puede ser visto por medio de palabras, a dejarlo todo a la duda, a la incomprensión, al tedio. Me satisface escribir consciente porque creo que estoy engañando a alguien, me place beber porque se que dejaré de recordar y me tranquiliza escribir mientras bebo, porque sé que lo que escriba no lo entenderé después, porque sé que ni yo sabré lo que vive dentro de mi mente, porque sabré que puedo seguir creando.


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