jueves, 14 de mayo de 2015

Casquilleros

Cruzas el pasillo, das vuelta para entrar al ascensor y allí está él, como siempre, emanando sensualidad por cada poro del cuerpo. Te fijas en él y lo miras de arriba a abajo y, después de detallarlo todo, desde sus zapatos hasta la constitución ondulante de su cabello, te haces a su lado, le sonríes y lo saludas; él te devolverá un "hola" con una sonrisa que de inmediato hará temblar tus piernas y sentirás como todos tus pensamientos se derriten entre tus manos que sólo ansían tocarlo. Él sabrá lo que está haciendo, sabrá de inmediato el efecto que hace en ti y tu, junto con él, serás plenamente consciente de que lo único que recibirás de su parte serán miradas fijas y palabras obscenas, un poco de chat caliente y una atmósfera aferrada al coqueteo porque así son los hombres casquilleros.

Si estás sentada sola, en una parte aislada donde nadie pueda verlo, se te acercará y te hará volar por un par de horas con una conversación y unas miradas bastante candentes que querrás poseer aunque sea por una noche, pero si, en cambio, estás con alguien más, se parará frente a ti mientras te mira fijamente como haciéndote algún reclamo. No le hagas caso, igual, él no te dará nada excepto emociones, no tendrás una noche lujuriosa, ni caricias que te calienten, ni toques inesperados, ni respiraciones inconstantes en tus labios; sólo tendrás su mirada, su atención, su juego. Porque los hombres casquilleros no lo dan, ellos se cuidan y les gusta desenfocar a mujeres inocentes, atrevidas y casi tan desesperadas como ahora vos lo estás por ese hombre que acabas de saludar en el ascensor.





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