miércoles, 22 de agosto de 2012

La simple dificultad.


Por: Camila González Plata
Hace una semana una profesora, poetisa, amante de Borges y de los gatos, sugirió que escribiéramos acerca de un detalle. Me reí frente a la ocurrencia y pensé que esa era la tarea más simple en la que me habían permitido pensar. Indudablemente estaba confiada y atenta a todo lo que pasaba a mi alrededor. Buscaba el detalle escondido entre los arboles, dentro de las sonrisas ajenas, en los lengüetazos de un perro, en el olor insoportable de la basura; sí, busqué el detalle hasta el cansancio.

Al final lo que pensaba que resultaría ser una tarea fácil fue la más difícil que he intentado. No digo que no hubiesen detalles suficientes en el mundo, el problema era que habían tantos que no sabía cuál era más importante para mí. Fijarse en un detalle, en uno que valga realmente la pena escribir, es una tarea dura. Al final me quise echar a la pena, no sabía sobre qué escribir ni como debía escribirlo, ni con qué intención; de manera que por unos días me rendí en medio del insomnio y sueños atormentadores que parecían pertenecer mas bien a la familia de las pesadillas.

Después de pensarlo mucho, lo encontré. Aquel detalle lo había visto mientras, cabizbaja, iba mirando el pavimento de la acera; encontré en las hojas algo interesante, pero no meramente en la hoja del árbol físicamente tumbada en el suelo, no; mi revelación fue mucho mayor: ante mí, se desvelaba el secreto de la caída de las hojas. Si lo piensan bien, el interés hacia las hojas casi siempre ha sido sólo fotográfico o meramente artístico, sin embargo la única expresión que se le hace a las hojas va conjunta con los sentimientos de soledad y nostalgia que éstas nos hacen sentir.

Yo por mi parte, no lo vi así, y debió ser más bien una cuestión de insomnio la causa. Yo las vi caer, y entre su caída note que no era que estuvieran secas, que no era que estuvieran corvas y con poco lustre, con poco verde; lo que noté tampoco implicaba que ellas bailaran en el aire, ni mucho menos que fuera esa su naturaleza. Yo presentí que eso pasaba, y lo escuché de ellas con el insomnio en el oído y el sueño en mis ojeras: noté, por fin, que ellas sólo se suicidaban.

2 comentarios:

  1. Definitivamente el mejor Blog que he visto en mucho tiempo, con esas tres entradas que llevas me dejaste impactado. Ojala continúes con tu labor de escribir tan soberbias entradas.

    Att: Jäger

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