Hay, en el mundo, cosas que, creo, sólo yo comprendo. La
soledad de las personas no estoy segura si ha ido aumentando o disminuyendo, lo
cierto es que miro con placer aquello que sólo pasa a mi alrededor y deduzco
que estoy fascinada por el mundo, aunque lo odie, estoy fascinada; encantada
por tan brillantes y opacos colores. Escucho a mi lado a alguien cantar y, de
pronto, la música y los instrumentos parecen penetrar en mis oídos como algo
mágico, algo uniforme que me deja absorta. Me produce algo de risa y uno que
otro pinchazo de ironía.
Fumo. He fumado recientemente, no tengo idea del por qué lo
hago, pero encuentro uno que otro pedazo de conformidad en cada parte del
cigarrillo; esto antes no me llamaba tanto la atención. Sospecho que me estoy
arruinando, que el mundo me está arruinando; me hundo, me consumo por el
inevitable mañana. Alguien me pregunta
algo, soy sacada de golpe de mi estupor, de mi mirada concentrada en el
espacio, en el más allá de la luz, de los árboles, de la gente. La vista a veces
no ve, a veces no sabe hacia dónde apuntar, hacia dónde conocer.
El dolor de cabeza continúa, me duele desde hace un tiempo,
aún no encuentro el motivo. Pienso que, de pronto, fue el LSD de aquel día, luego vuelvo,
endemoniadamente, a pensar que lo causante fue algo más, y decido que ya no
estoy bien, que me agoto con cada segundo de vida que desperdicio o que,
soberanamente, gasto bien.
La gente, las relaciones con la gente son extrañas. El
viento es tierno hoy, quizá porque lo aplaca el sol. Me iré, estoy segura. En
algún momento cogeré mis cosas, las tiraré y me iré. No sé a dónde, pero quiero
encontrar un sitio, lejos, en un rincón, donde la gente no llegue, donde esté
sola, sin risa, ni alegría, donde no me conozcan y nadie esté dispuesto a
conocerme.
De nuevo miro, ésta vez a las hojas verdes de los árboles;
su movimiento me atrae. Me asusta no volver a ver todo aquello. Supongo que
entraré en un momento a algún sitio, lejos en alguna clase de apocalipsis
humano, me encontraré y moriré mientras conozco a mis acompañantes, moriré
mientras en la amargura de dos tragos de tequila y la aspereza de un
cigarrillo, ya no esté sola; me encontraré entre la multitud, con la cabeza
gacha y el espíritu ido.
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