lunes, 18 de marzo de 2013

Momentum

Por: Camila González Plata.
Él la coge del pelo, la atrae contra sí con la pretensión de escucharla más fuerte; más cerca. Ella deja escapar su respiración cada vez más rápido, cada vez más fatigada; tuerce los ojos y grita. Las manos se dirigen a la cintura, la abraza, la muerde en el cuello y ella salta; entre tanto, los movimientos cada vez son más fuertes, el sudor resbala por su espada y ella siente ese mágico calor confundirse en su cuerpo; tiembla, se sobresalta y empieza a mover las caderas con más ímpetu y firmeza. Ella quiere sentir ese calor, esa sensación que la hace inmune a casi todo, y se mueve mientras él espera ansioso su respuesta fugaz, su respuesta salvaje y caliente.

Las cortinas entreabiertas oscilan con la furia del viento; ambos cuerpos se estremecen, se cubren, se enlazan en un intento por evitar el efecto del aire frívolo contra sus rojos instintos. Su cabello agitado; su cuello húmedo; sus manos fuertes; las nalgas firmes. El pellizco en un seno, el rasguño en la espalda, la mordedura de labios; la fricción. El eco de voces; él, ella, la húmeda almohada, la cama crujiente, el silencioso cuarto; los ojos de enfrente. La camisa en la silla, el pantalón en el suelo, el sostén sobre la mesa y el resto no se recuerda. Sí, ya nada se recuerda. Los fluidos constantes extinguen la razón y el pensamiento; instintos son los que actúan.

Se detienen, se separan y se miran; sonríen exhaustos mientras examinan sus cuerpos sudorosos e impacientes. Ella hace un movimiento bajo, él se estremece; lo disfruta, lo disfrutan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario